El engaño de lo viral en la música
Resulta que hasta los años 90 la industria tenía el control de la popularidad. El sueño de cualquier músico era ver aparecer un tipo de alguna discográfica que te «sacara de la calle». La razón era que la industria invertía en carreras, no en canciones, y una vez que eras seleccionado como nueva promesa tenías todas las puertas abiertas. Era un sistema muy peligroso e injusto, porque al final el mundo de la música estaba controlado por unos pocos oficinistas y especuladores.
En realidad, se trata de una concecuencia tecnológica que ocurriría igualmente en una civilización Marciana. Es ese periodo evolutivo en el que la industria puede reproducir información a escala indefinida, pero el comprador no. La era de las teles, radiofórmulas, discos de platino, etc. Es como un zapatero con una máquina mágica de reproducir zapatos a coste cero para luego venderlos a buen precio. Este periodo duraría unos 50 años en cualquier planeta con desarrollo tecnológico. Por suerte, o más bien inevitablemente, la industria cayó, pero fue entonces cuando empezó una carrera obsesiva por llamar la atención. «Si no viene ese tipo de la discográfica, habrá que hacerlo uno mismo.»
Modos de hacerlo. Una primera opción es un vídeo simpático y sorprendente, que no tenga necesariamente nada que ver con la música en sí. Está bien, pero al final se consigue un efecto inmediato que desaparece, y encima resta foco a lo que realmente está aportando el músico. Además, esto ha generado la costumbre de consumir información de usar y tirar, es decir, un círculo vicioso. Cada vez se publica más «comida rápida» y cada vez se «consume más rápido la comida».
Otros músicos crearon un círculo social de asistentes a conciertos cuya principal motivación era tomar contacto con otros miembros de ese círculo social. En estos casos era típica la temática de «ligoteo» en las canciones. El problema es que no es transgeneracional, y en cuanto ese círculo tiene pareja, hijos o compromisos laborales, dejan de ir a conciertos y la música queda olvidada. Lo importante es aquel beso de aquella noche con aquel chico o chica.
Otros músicos crearon una «tele-novela» personal a base fotos y vídeos en redes sociales de sus encuentros, viajes y experiencias. Es entretenido y la gente lo sigue. Pero al final, vendían algo que no era su música. Era más bien un reality show personal, y las canciones pasaban desapercibidas.
Otros músicos se abanderaron de idearios candentes que crean discusión en foros y mantienen su presencia de algún modo. En particular el feminismo es ideal, dado que mezcla política y sexo, lo que enciende a los usuarios de las redes sociales. Crea enemigos y amigos, pero ahí estás. Esta opción no ha dado malos resultados, pero a mi entender es un poco deshonesta. Sobre todo porque introduces ruido banal en un tema muy serio, restando foco a gente comprometida que realmente, además de tener experiencia, ha invertido tiempo y estudio en las reflexiones. A algunos les ha ido bien, sobre todo cuando el personaje que creas hace juego con el que cuentan las canciones. A otros no tanto.
En cualquier caso, la cuestión es que el sueño discográfico, aunque monopolizador e injusto, y aunque debía desaparecer, no era del todo un engaña-bobos. Era un sueño improbable pero posible. Se acabó el monopolio, pero no hemos sabido avanzar. Ahora, esta búsqueda de lo viral no lleva a ningún sitio.
Lo más grave es que se mete en la cabeza de los músicos que empiezan. Asumen que así son las reglas del juego, preocupándose desde un principio más por llamar la atención a toda costa más que por hacer algo que realmente trascienda. Esto que digo me encantaría poder contárselo especialmente a la gente que está comenzando con esto la música.
La pregunta que queda abierta es qué es «trascender». Trascender es que para 10000, 1000 o 100 personas, un concierto o un disco sea algo importante en su vida. Eso es de las cosas más hermosas que te puedan pasar. Es que después de 20 años alguien te cuente cómo vivió desde la butaca aquél concierto, o cuantas veces escuchó esa canción en su casa a las 12 de la noche o yendo al trabajo.
Si lo piensas, incluso los grandes de la música lo han conseguido solo con uno o dos discos a lo sumo. Desde U2, grandes del jazz, o quien sea. ¿Cómo puede un músico pretender conseguirlo en cada disco que hace? No tiene sentido.
Si son 1.000.000 esos en los que trasciendes además puedes vivir de ello, al menos una par de décadas. Pero bueno, cuando se vive de la música, no tiene que ser (ni suele ser) del proyecto personal. Al igual que un investigador en la universidad o un diseñador gráfico de renombre, se vive de dar servicio. En el caso de la música puede ser grabar para otros discos, gestionar eventos, amenizar, dar clases, producir, etc. Al igual que en otros gremios, tener una propuesta personal para acceder a esos trabajos es importante y casi diría que necesario en muchos casos. No te lamentes, porque los grandes que se dedican exclusivamente a su proyecto al final viven de chuparse giras, repetir una y otra vez las mismas canciones, dar entrevistas con una sonrisa en la cara y negociar en despachos.
A fin de cuentas, sinceramente, de los compañeros y compañeras músicos que he conocido estos años en el entorno no comercial, todos aquellos (muy pocos) que han conseguido trascender según este sentido de trascendencia, tienen solo una cosa en común. Todos ellos han dado con algo brillante, han aportado algo muy especial, han emocionado con al menos algo de lo que han hecho, y ante todos ellos me quitaría el sombrero. No hay secretos, ni formulas, ni atajos. Solo sensibilidad, escuchar a los demás, exploración musical y suerte. Digo suerte en el sentido puramente musical, no de oportunidades mediáticas.
Ahora la parte que hay que asumir con humildad pero también con ilusión. Solo uno de cada 100 lo consigue, pero es gracias al trabajo de los 100. Estamos todos en el mismo barco. Esta carrera de chorradas virales no tiene sentido. Aunque me encantaría que este post lo leyeran al menos aquellos que están empezando en esto de la música, para que en la medida de lo posible, no se intoxiquen de esta obsesión absurda.