Pedro Pastor – Sololuna
Lo tiene todo, y todos lo sabemos.
Tiene una belleza suprema curtida en una amplia sonrisa desde lo más dentro del alma. Tiene el cuero duro del lenguaje del barrio, de la calle, con sus alfombras y sus intemperies. Tiene en el tiempo y el espacio las horas y el mundo llenos de música, la vida llena de música, porque le viene de cuna, lo tiene de siempre y lo está haciendo crecer de la mejor de las maneras. Lo tiene todo, todos lo sabemos, y también que lo ha peleado desde el principio, verso a verso, y que el mundo entero merece su certero mensaje.
Una tarde cualquiera de hace un buen puñado de años (no tantos), apareció por el Libertad de la mano de su padre un muchacho con dieciséis años cumplidos y guitarra al hombro, a cantar al Micro Abierto. La melena blanca e invencible de Luis Pastor, con su niño de la mano, era una credencial más que segura. Allí llegó, tímido y aún pequeño, muy amable y muy abierto, ávido de espuma de cerveza y noches prometedoras. Sin duda para todo esto último, estaba ya a la altura. Y allá se subió en el escenario, y nos llevó a todos, me atrevo a decir sin excepción alguna, y hasta el día de hoy, allá donde quiso y allá donde quiera llevarnos.
Confieso que me enamoré de él. Y él de mí (un poquito solo, de los dos yo era el viejo). Yo venía de meterle los dedos al idioma, tensando la goma de la rima hasta una saciedad insaciable, llevando a terrenos más íntimos géneros a priori extrovertidos y callejeros. Y él, que poseía una extraordinaria cultura musical y poética aprendida de casa y un enorme interés por todo lo que ha encontrado fuera de ella, en su barrio, encontró en mí eso, eso que él sabía que era posible hacer y andaba buscando cómo. Me conquistó, nos conquistamos, nos lo contamos y nos lo cantamos todo. Y se hizo enorme en poco tiempo, como es natural tratándose de él, talentoso y fuerte, con el alma clara y las cosas muy bien puestas, y sin dejar de trabajar por una idea. Todos sabíamos que, ya desde aquella tarde cualquiera, Pedro estaba subiendo a la cima, a otear desde ella la realidad, para escribirla.
Porque escribe. Del verbo escribir, me refiero. De coger el boli y el folio, el carbón y la piedra, el Smartphone, lo que se tenga a mano, para darse uno en lo ahí escrito y tallado, honestamente. Por responsabilidad con la vida, porque estamos vivas y hay que escribirlo, que estamos vivas y nadie puede, al final, con los que luchan. Algo que decir, algo que contar. Un escenario, un canal de youtube, una tribuna donde se va a decir algo, donde se va a llamar la atención del mundo sobre algo que se piensa o que se siente. Pedro me lo dijo al principio, y lo sigue haciendo de manera natural: hace canciones para mover el amor de las personas, las ganas de vivir de las personas, las ganas de luchar de las personas.
Tener un micro y un montón de gente escuchándote es un regalo alucinante, una experiencia única, y sobre todo es una enorme responsabilidad para con el mundo que vivimos y compartimos, invadido por fantasmas que hablan a los gritos sobre guerras e injusticias inhumanas, y al que lo único que le queda es la bondad de algunas personas para salvarse. Sin duda, con él hay un futuro más prometedor, siendo espejo de una generación de chavales que, espero, algún día llevará a la tierra a una vida más plena.
Lo está haciendo, el camino recto, que no el más fácil.
Pedro es distinto, es indomable, es único. Primero salió con un EP homemade titulado “Aunque esté mal contarlo”, una maravilla para nostálgicos como yo, donde se demuestra que la canción de juventud puede quedar para toda la vida. Ya después, con melena crecida y muchos, muchos conciertos y kilómetros a las espaldas llegó el momento. Salió de su pecho “La Vida Plena”, un tremendo discazo de enormes canciones, todas emocionantes, todas profundas y aptas para todas las mentes abiertas. Es emocionante, sincero y, además, musicalmente genial y elaborado. Ahí encontramos preciosas canciones como “La Vida Plena” , “Los del 94” o “Ayer También Fue Hoy”, con un estilo y una manera de decir las cosas diferente, una declaración de intenciones ejemplar. Por ahí también deja clara su nueva manera de hacer rap con textos preciosos y contundentes como “Creer-Soñar” o “Renacimiento” y, en un terreno musicalmente opuesto, hace en contenido exactamente lo mismo con “Prometí Volver”, canción de amor a la memoria histórica, con la que cierra ese disco que formará parte (ya va siendo así, paso a paso) del consciente colectivo de los ahora presentes y los futuros.
Y lo mejor, es que lo mejor está por venir, está viniendo. Lejos de querer descansar, la vida le puso en el camino a sus “locos descalzos”, amigos del barrio de toda la vida, increíbles músicos, con su misma luz, su misma esencia, su mismo carisma. Con ellos va, con ellos viaja, con ellos mueve este mundo rodante. Y con ellos acaba de hacer un segundo espectacular álbum de estudio titulado “SoloLuna”, a modo de antítesis entre día y noche, cielo y tierra, cuerpo y espíritu. En él encontramos un sonido muy orgánico, recostado sobre percusiones de corte étnico, llevando a unos territorios distintos un conjunto de canciones muy elaboradas pero asequibles, profundas pero ágiles, con un fuerte contenido en un liviano continente. Es genial. Nos abre y nos cierra este círculo con otra sarta de “rapeos” de enorme categoría, al principio “Raparmónico”, cuyo comienzo sirve de preludio a este viaje casi chamánico, y “Desaprendiendo” como colofón, un texto de verdad, para aprender de verdad, para ver la verdad de las cosas. Y en el camino, nos encontramos con distintos géneros y sonidos recogidos en sus viajes, concretamente una marcada influencia latinoamericana, en temas como “Mariana” y “En Busca y Captura”, o de repente nos encontramos con cortes más puros, más suyos, como “La Raíz” o “Sin Flor”, y sabemos que la vida sigue.
Tienen que escucharlo, tienen que bailarlo, tienen que sentirlo. Pedro Pastor es el futuro, el resultado del amor al arte en casa, el valor de la amistad en el barrio y la lucha por la idea de un mundo mejor.
Lo mejor es que lo mejor está por venir, y eso ya es mucho.
– Dani Fernán